Nocturno

Soy nocturno,
mientras todo fuera es noche, me refugio bajo las estrellas y salgo de mí.
¿Cuántas madrugadas habré vivido hasta hoy? Vivido porque las vivo. De noche me corre la sangre estrellada, cantan grillos en mis arterias.
De madrugada leo, estudio, canto, grabo, amo.
El sueño nunca viene o casi nunca lo hace con vehemencia.

Entre bambalinas azul oscuro el día se va escapando y dando lugar a la solemne noche. En mi alma pasa igual. El día es de un hombre que renace con la estrella más precoz.

Recuerdo cómo siendo niño he buscado en vano al sueño tantas veces. Es como sentarse a buscar la muerte, la iluminación o el amor. Es desesperada indagación inutil.

Este ser nocturno que soy no busca jamás, se deja atravesar. La noche se ha hecho mi amiga (la conozco imperfectamente como a todas) y ella comparte conmigo el mejor tesoro que cualquier amigo podría compartir: sus silencios, su alma profunda, su constancia.

Ancha como es, se sienta conmigo y me deja ser yo... o mejor dicho: Me hace ser yo. Luego el sueño vendrá porque siempre viene, y a él me daré despojado de rencor.

A mis siete años temía, de la noche, a la oscuridad; tal vez aún le tema. Tal vez incluso, todos le temamos. Las personas tienden a lo diurno ¿Cómo sería posible concebir una nocturna sociedad?

Mi amor por las noches es dilemático, pues sigo escapando a la oscuridad. Y por eso, mientras la noche me da su confianza silente, yo la lleno de ruidos y de luces y de sabores. Así mantenemos la comunión.

Más de una vez he necesitado apagar todas las luces a mi alrededor para contemplar las lunas llenas que entran a chorros por las ventanas de la casa y el alma. Más de una vez he salido al encuentro cósmico de la luz que azula los caminos. Una luz que se hace espesa y que moja al contacto.

La he hallado dispuesta a tender su amistad universal en playas, sierras, rios, mares, montañas, campos, pero jamás la he visto cómoda en la ciudad. Ella está, pero la ciudad no la deja ser. Es la tiranía que ejerce la sociedad diurna, que roba mediante la luz el misterio de la noche.

Siempre quise saber cómo se ven las ciudades desde los aviones o desde las montañas. Es allí dónde se aprecia la realidad pura; es allí donde se ve la magnitud de los rivales. Allí donde un pequeño nido de luz naranja grita para combatir la constancia de la oscuridad absoluta.

En mis venas hay algo, o mucho, de noche. Lo sé. Me siento parte. Me siento cercano. Me siento amigo. Dicen que las selvas viven doblemente por la noche y lo creo; pues gatos, grillos, insectos, y aves nocturnas comparten mi devoción, a kilómetros incluso de selva alguna. Y la naturaleza es la misma.

¿Será que no soy del todo humano? ¿Habrá algo de gato en mí? No creo: El gato es nocturno cazador. Sí en cambio soy, como el grillo, nocturno cantor, y como él canto para amar.

MAY 08

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