Yo no soy



Vivimos condenados a la libertad. Y no es sino a través de los dones que podemos recorrer el camino hacia su esencia. La creatividad es un don, un regalo. Como todo regalo -es decir: como toda ofrenda inesperada- nos conecta inmediatamente y por al menos un sólo segundo con el presente, con lo que es en el momento que es. Puede verse también de otra manera: el regalo erradica con su aparición todo pasado y todo futuro. Se vuelve inaccesible el pasado (el regalo aparece sin una historia visible detrás) y se vuelve inútil el futuro (el regalo solicita y concentra toda nuestra atención a ser descubierto y atendido). Uno de estos regalos, de estos dones con ese poder inmenso de volvernos presentes, es la creatividad. Mire a su alrededor: la vida es pura creatividad. Es materializar algo donde no había nada. Es transformar las mismas partículas de infinito subatómico en obra. La planta, la roca, las galaxias, los bichos, mi gato crean. Creando se integran al movimiento de lo que es. Creando experimentan su libertad innata.
Incluso cuando no nos reconozcamos artistas (aunque yo crea profundamente que todos somos artistas de una obra colectiva de matices infinitos), estamos usando el don de la creatividad. La forma de caminar, de hablarle a otros, de cocinar, de realizar una actividad cualquiera, la forma de acariciar, de llevarse la taza de café a la boca, de encarar el día cada mañana, todo todo todo está plagado de creatividad. Es decir que si la puerta para acceder a ese don se abre constantemente, la posibilidad de la libertad está en todo, a cada instante.
Podemos usar más o menos, reconocerla o no, quedarnos en el confort de la creatividad que otro desentrañó y pensar "siempre se hizo así" o "en mi familia/casa/cultura se hace así", sin nunca indagar ese milagro personal de crear. Como decían los @Liderarte (por tu libertad): "Cortá con esa puta cadena". En «modo creatividad» la realidad cambia de apariencia, tiempo y espacio se resignifican, las relaciones se resignifican. Todo se vuelve modelable incluso en aspectos que al estar en el «modo condición» nos eran inaccesibles. La consciencia se expande, es decir que nos abarcamos expandiendo el potencial. Comprendiendo un océano de posibilidades que antes comprendíamos como una sola. Claro, un océano y su inmensidad pueden ser avasallantes. Pueden hacernos llorar de soledad y quebrarnos en la insignificancia, pero quien llora y quien se quiebra es el yo pequeño, limitado y condicional al que nos aferramos. Reconózcalo, ese tampoco muere, solo se transforma. Va y viene de su forma limitada a su integración en el océano (soltar es otro don con poder de presencia). Pero si una vez, una sola pequeñísima vez, pudo usted salirse de ese estado y vislumbrar el otro paisaje, sépalo: usted no es sólo ese concepto humanamente intelectual del yo (sabrá entonces porqué Yo No Soy).

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los cuentos en La Tundra

Ciencia incierta (o la mitad del universo)

Exilio de casa (parte 6)