Fotografía
SEPTIEMBRE 2013
Vuelve una y otra vez a cruzarse aquello en lo que se repara. Es decir que, sólo iluminando con la atención, abrimos una ventana por la que pasa lo que de alguna forma queremos ver.
Siempre tuve, como por muchas otras cosas, un interés amateur en el arte de la fotografía. A pesar de que no soy un gran espectador de pinturas, sí he aprendido a ver el ojo detrás del lente fotográfico. La ventana se abrió cuando puse mi foco sobre una vieja reflex que conservo de mi papá. Él, también amateur, amó este arte gracias a esa minolta. Con pocos días de diferencia, tres fotógrafas se me cruzaron.
La primera fue Lucía, quien tantas veces disparó sobre mis manos. Algo me hizo soñar con una presentación conjunta, y eso llevó a unas siempre divertidas charlas sobre sueños y proyectos: En ese mundo onírico (por ahora) ella llegó a regentear un bar, y yo a producir cerveza artesanal.
La segunda fotógrafa llegó con su gigantesca cámara a mi sala, con el fin de retratar un ensayo. La sesión con Memé dejó varias hermosas apreciaciones gráficas de acrobacias pianísticas y el recuerdo de su ojo por fuera del lente, junto a varias tazas de café y charlas trasnochadas.
La tercer fotógrafa llegó tras un día de lluvia implacable al espacio cultural en que estaba a punto de tocar. Fue un show casi personal para las contadas almas que se unieron al viaje; pero una de las noches más ricas y emotivas. Es apenas una anécdota la sesión a la que se vio obligada mi prima Valeria, en forma sorpresiva y con mi cámara de bolsillo. Será una postal recordada la larga charla que el reencuentro generó.
A las tres artistas (por compartir su óptica y demostrarme que el azar es una excusa más), gracias.
Vuelve una y otra vez a cruzarse aquello en lo que se repara. Es decir que, sólo iluminando con la atención, abrimos una ventana por la que pasa lo que de alguna forma queremos ver.
Siempre tuve, como por muchas otras cosas, un interés amateur en el arte de la fotografía. A pesar de que no soy un gran espectador de pinturas, sí he aprendido a ver el ojo detrás del lente fotográfico. La ventana se abrió cuando puse mi foco sobre una vieja reflex que conservo de mi papá. Él, también amateur, amó este arte gracias a esa minolta. Con pocos días de diferencia, tres fotógrafas se me cruzaron.
La primera fue Lucía, quien tantas veces disparó sobre mis manos. Algo me hizo soñar con una presentación conjunta, y eso llevó a unas siempre divertidas charlas sobre sueños y proyectos: En ese mundo onírico (por ahora) ella llegó a regentear un bar, y yo a producir cerveza artesanal.
La segunda fotógrafa llegó con su gigantesca cámara a mi sala, con el fin de retratar un ensayo. La sesión con Memé dejó varias hermosas apreciaciones gráficas de acrobacias pianísticas y el recuerdo de su ojo por fuera del lente, junto a varias tazas de café y charlas trasnochadas.
La tercer fotógrafa llegó tras un día de lluvia implacable al espacio cultural en que estaba a punto de tocar. Fue un show casi personal para las contadas almas que se unieron al viaje; pero una de las noches más ricas y emotivas. Es apenas una anécdota la sesión a la que se vio obligada mi prima Valeria, en forma sorpresiva y con mi cámara de bolsillo. Será una postal recordada la larga charla que el reencuentro generó.
A las tres artistas (por compartir su óptica y demostrarme que el azar es una excusa más), gracias.
Comentarios
Mil proyectos en conjunto!!!!! Qué emoción! El BAR es soñadom hay que sumar más personajes!!
te quiero amigo!