Pieza

Caminaba con un extraño paso en la dirección misma que llevaba el micro. Yo lo observaba por la ventanilla mientras me entregaba a la tarea ingrata de sostenerme del pasamanos, y asir la mochila (que no puede mantenerse en la espalda cuando se viaja de pie) y el celular (que no quiere mantenerse guardado). En la vereda, mientras tanto, él iba con ese paso que tan bien describían los libros de semiología que una vez leí. Creo que le llaman "marcha del tabético" y consta de unos pasos robóticos; hasta graciosos, si no fuera que uno sabe que corresponden a las manifestaciones de una enfermedad. Lo contemplé el instante en que sus coordenadas y las del micro coincidieron. Pronto lo perdí en la desolación de un barrio en pleno mediodía. Media cuadra después, sin embargo, llevando la exacta dirección opuesta, Ella avanzaba con una bolsa que colgaba del pliegue de su antebrazo. Era particular su postura, con una curvatura tal que habría podido con solo relajar los músculos del cuello, andar observando sus propias rodillas. Más particular aún era su paso, con un temblor y una cadencia que la hacían mover demasiado más que la distancia recorrida por sus pies.

El micro avanzó. Siempre avanza y deja todo detrás. Quién sabe cuántas horas más tarde él y ella habrán quizá cruzado sus pasos irrepetibles. Quién sabe cuánto habrá durado aquella pieza de baile.

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