Autodidacta total (Guía del buen Kamikaze)

MAYO 2011


¿Qué hora es? Pregunté tras el sobresalto, aunque en verdad nada había escuchado del estruendo, sumido en un hermoso sueño que me revelaba una clara melodía (con letra incluida) que en este exacto momento olvidé por completo, gracias a lo inasible de la inspiración y a la profundidad de mis sueños. Las seis y media, creo que se fue la teja del techo - Escuché sin abrir los ojos. Un minuto después percibí con mis propios oídos el furor del viento en mi patio. Otra vez oí: Se fue la teja del techo. Asomé mi mirada por una hendija de la ventana y me aseguré que la catástrofe fuera solamente natural. Vi, en mi breve ángulo, como las chapas translúcidas que poco tiempo antes instalé a fin de semicubrir mi patio en el próximo temporal, se sacudían en sus extremos azotadas por una (imagino yo) sudestada implacable.

Decidido a solucionar en forma temporaria el problema, me calcé todo cuanto encontré de abrigo y resguardo de la lluvia. El frío tenaz de las siete y media acechaba fuera de las sábanas.
Mientras me enfilaba camino a la puerta del patio, sobrevino el arrepentimiento momentáneo al que siempre, finalmente, encuentro explicación que me sirva para aliviar la culpa y sentirme mejor conmigo mismo. Era mi primer techo. Con los materiales comprados, herramientas para perforar paredes, destornilladores, internet a mano y un poco de creatividad confeccioné y contemplé con orgullo de dios creador el tan preciado techo de chapas translúcidas. Sólo faltaba esperar que un día de lluvia llegara e hiciera sus gracias para evaluar la defensa de mi obra maestra. Y, pequeño detalle, elegí no sujetarlo sino temporariamente por si debía (como luego comprobaría fehacientemente) reformar su estructura.

Crucé la puerta del patio y la claridad del día me invadió; pese a las nubes que ocultaban todo rastro de cielo celeste, la claridad era evidente. Vi algo que me sorprendió: La teja se había ido, literalmente. De las dos que conformaban la flamante cubierta solo una se hallaba estoica
resistiendo la inclemencia. Luego de reasegurar (temporalmente aun) la chapa fiel, recapacité acerca de la desertora y comprendí que no estaba en ningún rincón del patio. Trepé a la medianera que separa del patio vecino y tampoco la hallé descansando entre sus flores mojadas. Di una rápida mirada sobre los techos, salí al patio delantero... pero no hubo rastros.
Definitivamente la teja se había ido.

Comentarios

INGRID YASMIN ha dicho que…
Kamikaze advertido!!!!!
Anónimo ha dicho que…
Un relato muy vívido. No apareció la teja?
Craneo ha dicho que…
Esta historia continuará...

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