Autodidacta total II (Explosión de los dones)

MAYO, 2011



Sigo pensando en el ser autodidacta:

Es un don tener la capacidad de desarrollar una habilidad sin ninguna capacitación. Una enorme motivación y algún tipo de inteligencia, movida por la misma motivación, permiten que nos vayamos adentrando como un turista en los caminos de una disciplina.
Hay un momento cero en que, de la nada, surge el estallido. En un mismo instante confluyen la motivación, la inteligencia y la acción; y un instante apenas después la fuerza expansiva descomunal nos empuja hacia lo nuevo y desconocido.

Pero cómo conseguir encaminarse es a menudo difícil. Así, el autodidacta absoluto es sumamente limitado. Pasado el momento cero, y aprovechando la inercia, consciente incluso de ese don que sigue presente y que sirve de pasaporte ante cada nueva motivación, el autodidacta debe acoplarse a cierta didáctica externa o ajena. A la aplicación de cierto sistema que le permita el avance por la oscuridad de la ignorancia.

Desde luego, lo descomunal de ese empuje centrífugo que nos arrastra en lo insondable no se remite al momento inicial, sino que puede prolongarse; pero no hay forma de evolución autoimpuesta en materia de didáctica y enseñanza.
Tampoco es necesario relegar el impulso autogenerado porque conservarlo significa transformarlo en creatividad, en lucidez espiritual. Llevar el don a otra etapa que permita un desarrollo aun superior e individual al puramente logrado por la formación externa.

Los tiempos del autodidacta son mayores, las pruebas de ensayo-error, más numerosas. La experiencia, sin embargo, más enriquecedora.
Lograr el equilibrio entre los dones propios y su cuidado y desarrollo es esencial para el crecimiento en todo aspecto de la vida.


[leer también: Autodidacta total I (guía del buen kamikaze)]

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