Abstención

DICIEMBRE 2009


Doce, veinte, cientoveinte minutos pueden pasar desde que mi trazo pasa del punto a la linea; porque sé que hay un acto que cometo al escribir, como todos. Un crimen o una beneficencia, una tortura, un gesto, un beneficio personal, un pedido, una advertencia. Es por eso que en este momento decido, indeciso como estoy, guardar el arma homicida, callar la voz del viento que recorre mi médula y arranca ramas de mis hostigados bosques. Suspender la explicación de todo mal y esperar paciente la calma para dar las buenas nuevas. Abrir un hueco intelectual cuando suponga que sea el cielo su lugar y no el suelo. Un hueco en que saltar y no en que caer.

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