Anti-reclamo de energía eléctrica


Necesité acaso un apagón tan masivo
para darme cuenta que somos un estúpido punto de luz
(hablo de nosotros en cuanto a ciudad,
en cuanto a inconsciente humanidad
que busca la iluminación planetaria).
Necesité, retomo, el cruel corte de luz
que me sumió de repente, como caído en el mar,
en un silencio total, hermético e impenetrable.
Pronto fue llenándose de voces lejanas
(quizá ridículamente lejanas)
y de animales olvidados o desapercibidos.
Estúpido, retomo, por la ilusoria realidad
de la luz como soberana o como escudo.
En su ausencia descubrí:
1) Que el universo (o al menos la vía láctea)
tienen de noche su propia luminosidad.
2) Que los sentidos se conforman ante la luz artificial
quedando limitados al más cercano rededor.
3) Que la música es un coloso ancestral
que fluye sin necesidad de corriente alguna.
Este planeta encendió entonces,
en el collar de luces que lo adornan,
un pequeño foco más en la inmensidad galáctica;
es decir: La corriente retornó en mi ciudad.
Y uno a uno los pequeños e insignificantes motores
de los incontables e insignificantes electrodomésticos
fueron sumando su voz a la del coro aquel,
abstracto, subrepticio y sólidamente edificado;
escudo de la luz que me permite compartir al fin
las líneas que comparto
sumido ya enteramente
en esta incandescente realidad.

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