Y sin saber porqué

ENERO 2009


Y muchas veces, más de una ¡Más de mil! ocurre que no sé nada. Ocurre que las razones son inexistentes. Ocurre incluso que si existen son inútiles. Que dando razones, que explicandome las cosas no hago sino perder tiempo y energías, perder poesía; malgastar la voz interior.
Ocurre que hablamos de algo sin ley. Hablamos de la vida y del devenir y del ocurrir. Explicamos con ley lo que minimamente abarcamos, la pequeña luz que ingenuamente creemos dominar. Es un truco para mantener a salvo la mente de perderse en la contemplación de la inmensa oscuridad del desconocimiento.
Pero sólo es necesario hacer el ejercicio de vivir para ver que nada, ninguna certeza poseemos. Que podemos imponernos más o menos algunas leyes propias según las cuales actuar. Pero el capricho sobrenatural que ata cabos imposibles nos hace caer de culo en nuestro más firme momento.
Si somos un átomo, una partícula de luz ya disparada, de ningún modo podemos evitarlo o contraponernos. Estamos para iluminar, incluso con todo, con la inmensidad, el misterio, el infinito, la oscuridad y el desconocimiento, podemos sonreir y sentir en un beso el calor. Y eso quiere decir que podemos iluminar.


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