Crónica (día 12)

Vuelvo con el cuerpo, la mente y las ganas
de mi enfocada tarde de labor
(enfocada e incisivamente sofocada).
Paso sin escalas al patio y al mate,
al reclamo de afecto de un gato
que reclama con actitud canina el amor.
Pronto un cálculo veloz atraviesa mi razón
adivinando que los siguientes han de ser
los últimos minutos de luz de la tarde.
Decido sumergirme en mi jardín
y, antes que la sombra desdibuje sus contornos,
alcanzo a llenarme las manos
con el rastro vegetal de las flores de la albahaca.
Entro a la sala, la oscuridad se ha hecho.
La atraviesan fieramente unas pequeñas luces
que recuerdan desde el piso a una galaxia remota.
Titilan a mi espera unos loops
que lejanamente temprano grabé
y que guardan todavía sepulcral silencio.
Sonrío.
La música y la naturaleza han vuelto a fundirse
en el mosaico tejido de la piel que habito.

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