Púlsar
ABRIL 2009
Las líneas, como la vida, siempre siguen. Día tras día avanzan. Cuando me duermo corro el riesgo de despertar y desconocer el impulso de mi propio ser. Ese impulso se abre camino y arremete. Corre las resecas cortezas de las horas que han existido y van, encadenadas, existiendo. Las corre para aparecer entre ellas inevitable y arrollador. Ciertamente, corremos el riesgo de perder el hilo de nuestra propia historia y desasirnos del propio impulso.
Se debe saltar al vacío entonces; a veces es esa la única forma de mantener el hálito vital: incluso, y seguramente, habiendo fracasado en nuestro intento de colgarnos de esa cola de cometa que nos acaba de abandonar. La recompensa es otra y tal vez mayor: en el salto hemos sido eyectados por un nuevo impulso recién nacido de nuestra propia desintegración. Así sigue la vida.
Las líneas, como la vida, siempre siguen. Día tras día avanzan. Cuando me duermo corro el riesgo de despertar y desconocer el impulso de mi propio ser. Ese impulso se abre camino y arremete. Corre las resecas cortezas de las horas que han existido y van, encadenadas, existiendo. Las corre para aparecer entre ellas inevitable y arrollador. Ciertamente, corremos el riesgo de perder el hilo de nuestra propia historia y desasirnos del propio impulso.
Se debe saltar al vacío entonces; a veces es esa la única forma de mantener el hálito vital: incluso, y seguramente, habiendo fracasado en nuestro intento de colgarnos de esa cola de cometa que nos acaba de abandonar. La recompensa es otra y tal vez mayor: en el salto hemos sido eyectados por un nuevo impulso recién nacido de nuestra propia desintegración. Así sigue la vida.
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