Beso espacial

Es una historia en cualquier galaxia muy, muy lejana. Un planeta vibra llamativamente. Su atmósfera se colorea. Flotan sus continentes pero uno ha empezado a fluir. Desde el aire se observa que no se observan más límites que la naturaleza entre los pueblos: Uno de ellos ha encendido una señal. Una ciudad de esas que casi no se detienen se ha detenido; se ha abstraído en un sólo punto. Una plaza donde los vientos se han vuelto más cereales, los verdes más verde en una sola de sus esquinas. Allí están ellos que, sin saberlo, en ese beso vibran, se colorean, fluyen, encienden una señal, se detienen y abstraen, se vuelven más cereales. Allí sus labios, su piel sobre la piel, sus células todas vibran en contacto. Cada átomo en su eterno instante se colorea imperceptiblemente para la gama de colores percibida por la vista. Así están, en pleno revuelo, fluyendo, sus electrones que, lejos de chocarse, circulan a velocidad de rayo en perfecto concierto. En ellos, en su propio interior, tan lejana como la mente la puede percibir, una galaxia se expresa y se replica, una y otra vez, volviendo a contar el milagro del beso.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los cuentos en La Tundra

Ciencia incierta (o la mitad del universo)

Exilio de casa (parte 6)