Héroes del Silencio en Bs. As.

Debo decir que los escuché por conocimiento sedimentado del amigo de un amigo de un conocido, justo después de que la banda se separara definitivamente (a los años me enteré). Desde entonces mi admiración a la música de esta banda hito española. La carrera de Búnbury, en cambio, la seguí en tiempo real.

En Enero me enteré de que los rumores de que Héroes se juntaba después de 10 años eran ciertos. Comencé entonces a rastrear la fecha de venta de entradas, para no perderme ese anunciado show en Argentina, pero con resultados nulos. La venta comenzó 3 meses después y, como no podía ser de otra forma, conseguí dos entradas al instante (no las definitivas sino unas que había que canjear otros tres meses después).

El tiempo pasó como siempre lo hace, en forma inexorable. En los largos meses me sentía abrumado ante el, tantas veces oído, coro que presagiaba la llegada de la banda al escenario. Me abrumaba pensar que estaría en medio de sus aguas.

Siempre me sorprendió que haya tanta gente que conoce y disfruta y se apasiona con Héroes del Silencio. Estos largos meses de espera, fueron tambiés de misticismo compartido con gente que he descubierto era tan fan como yo de la banda.

El día llegó y estuvimos ahí varias horas antes. Un escenario grande para una gran banda. De repente (prueba de equipos nada más) cuatro logos de la H y la S se encienden enormes y brillantes en cuatro pantallas al frente de las tablas. El corazón ardía. En pocos minutos (o en lo que parecieron pocos minutos en esa realidad de ensueño en la que el tiempo se me hizo incontrolable), el estadio se colmó y el ambiente se tornó cada vez más denso. Olas humanas lo recostaban a uno sobre el vecino, que a su vez se recostaba sobre su vecino, etc. Olas que también lo sacudían de repente o lo levantaban a uno, sin voluntad, por el aire (mi pie, lo juro, salió y entró del zapato que calzaba), haciendo perder el sentido de individualidad para convertirlo en parte de una masa fanática y descontrolada. El show abrió con El Estanque como los guatemaltecos lo alertaron por internet.

Ni masa ni descontrol, me dije. Y en medio de un "deshacer el mundo" me deshice de la colonia para vararme en un lugar donde poder escuchar la avasallante música con todos mis sentidos dispuestos.

Más de 2 horas de show, 2 entradas de bises de 3 temas cada una, (tal como en la gira Parasiempre), no faltó nada, aunque muchos esperaban aún Flor de Loto. La banda sonó como si nunca se hubieran separado. Uno podía eliminar de la memoria los 10 años de intervalo entre el último show y este retorno y pensar que era parte de la misma gira Parasiempre... aunque tal vez con más temas viejos.

La banda estaba intacta. Pedro Andreu y Joaquín Cardiel estuvieron hechos un reloj. Juan Valdivia tuvo ciertos pasajes de nebulosa en los que le robó escencia a Heroe de leyenda y principalmente a Opio (donde debió devorarse al estadio en un riff). El otro Valdivia (hermano) reemplazando al ausente guitarrista rítmico Alan Boguslavsky fue correcto. Búnbury era el Búnbury de Héroes. Lejano de las mañas del solista de El viaje a ninguna parte o Freak Show, éste fue el de hace diez años. Con el mismo caudal y la misma imponencia en la voz.


SEP 07

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