El discapacitado era el chofer

Martes 13/JULIO/2010, 9 am:

Aunque salia con el tiempo más contado que las monedas, acepté sin detenerme a decidir cuando un tipo en silla de ruedas me preguntó si podía ayudarlo a acceder al micro. Esperábamos el mismo ambos. Me dio una breve y sencilla instrucción: Yo solo debía empujar desde atrás en el momento en que él hiciera willy, es decir que iba a alzar las ruedas anteriores en dirección a la puerta. La maniobra ha surgido del uso y la inventiva pues estos micros parecieran a prueba de silla de ruedas, desde el mismo momento en que el primer obstáculo del ascenso es un escalón.
¿Cómo se ubicaría mi compañero de viaje con su artefacto entre los asientos, en esos pasillos incómodos hasta para uno? No llegué a indagarlo pues vimos al micro venir: un 307 línea B. Cinco fuimos los que levantaron la mano indicando la parada. El transporte se detuvo sin acercarse al cordón, sin cambiar un sólo centímetro la dirección que traía. Los otros tres pasajeros bajaron a la calle y lo abordaron. Tras ellos, yo me asomé a pedir si por favor acercaba el escalón al nivel de mi compañero en su silla y, en un pestañear, quizá aprovechando los pocos segundos de luz verde que aún tenía en el semáforo, el chofer pronunció palabras que se perdieron en la acelerada y ya sólo vimos su retaguardia retirarse indiferente.
No supe qué decir, miré hacia la vereda y con resignación el hombre de la silla me dijo que éso era lo más normal. "Ni siquiera se hizo el boludo" le dije intentando explicar que al menos quizá hubiese sido más aceptable la simulación. Mi interlocutor sacudió la cabeza y lanzó al aire: "Que dios lo bendiga" con la inflexión de un insulto dicho por lo bajo... Supe muy dentro que la discapacidad no está sólo en el cuerpo, sino muchas veces en el alma.

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