Camino a ciegas

JUNIO 2008

Cuánta luz es poca luz junto a ninguna. ¿No puedo elegir ser feliz? ¿Qué puedo elegir entonces? No puedo elegir que seas feliz. (Niebla cerrada, Serú Girán, autopista, señales no respondidas, viaje con lágrimas de vuelta a mi casa).

Acertaría si, sin mirar ni haberlo elegido, digo que el asiento que ocupo es el 20.

(Ahora demasiada niebla cerrada)

De pronto descubro que el cierre absoluto del campo visual no es de tal magnitud. Mi dedo acaba de sacar una capa de humedad opaca que esmerila y ciega por dentro el vidrio del ventanal.

¿Habrá en mis ojos humedad similar?

Cambiamos de rumbo y el banco de neblina se disipa.

Autopista cerrada. Carriles invisibles. Decía que si fuera tan facil levantar el dedo y descorrer su cortina empañada, yo podría elegir ser feliz.
Hoy un hombre feliz debiera escribir... Escribe, en cambio, un hombre atribulado. Casi triste. La tristeza se hace agua que corre por la piel agrietada de los pómulos.

El hombre feliz, que ha empezado a pisar con sus pies campos infinitos todos por explorar, está ausente. Se guarda, como un hilo de brillo, su alegría para momentos que requieran al menos su poca luz.

Más niebla y vuelvo a desempañar. Lo que quiere decir que hoy decido ver. Abrir los ojos. Elegir. No evitar.

Si no puedo elegir ser feliz, sí decido al menos recorrer con insistencia este camino a ciegas que recorre mi vida.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Los cuentos en La Tundra

Ciencia incierta (o la mitad del universo)

Exilio de casa (parte 6)