Remedios antinatura
Me bastó con ir a la farmacia a llevar una receta de mi abuela, o más especificamente, con esperar veinte minutos dentro, para observar a mi alrededor un cuadro que me pareció casi surrealista. Me vi rodeado de personas que en un sólo instante pasaron de ser clientes de una farmacia a enfermos merodeando a mi alrededor: La señora con la pierna dolorida, la mujer de la operación, el hombre con el problema en la piel, el que llevaba a la madre a buscar su medicación cardíaca, etc etc etc. Veinte personas, veinte máquinas de consumir medicamentos (necesarios desde ya para cada uno de ellos).
Caprichosamente tomé a ese minúsculo extracto de la humanidad como una muestra representativa del todo. Y me pregunté porqué al ser humano le cuesta la salud. Las respuestas son enormes, inacabables, múltiples. Pero algunas preguntas me guían entre los recodos infinitos de las explicaciones:
¿No debiera la consciencia de estar sano, ser algo simple y natural? Al menos tanto como para que no nos convirtamos en máquinas de procesar medicamentos.
¿Cuántos pasos fueron necesarios en una sóla persona para llegar a ese estado en el que se vive por y para los medicamentos que consume?
¿La ancestral sabiduría de la naturaleza no es acaso la misma que los laboratorios usan para sus principios activos?
¿Es inabordable para nosotros la medicina natural, pura y directa?
¿Es demasiado complejo pensar en que existan otros caminos para estar sanos así no sean "los convencionales"?
Conmovido aún llegué a casa de mi abuela y le conté a grandes rasgos mis observaciones. Como ejemplo, desplegué ante sus ojos el prospecto de un ibuprofeno a estrenar y leí la composición. Como ocurre más o menos en todos los medicamentos sintéticos, acompañaban a la principal droga sustancias que equilibran, conservan, saborizan, protegen etc etc etc. En el caso del ibuprofeno eran exactamente diez. Mi abuela me miraba mientras le explicaba que una sóla pastilla en una sóla persona requiere que para procesar una sustancia benéfica el organismo trabaje en metabolizar otras 10. Si se multiplica por la cantidad de medicamentos de cada día de los miles de millones de personas del mundo, el exceso de recursos es hasta ridículo. El ser humano se vuelve así una máquina de procesar sustancias que no aportan beneficios, ni placer. Sustancias que están diseñadas para perderse tras atravesar todos los engranajes de una persona, pero que mueven a su vez los engranajes de la inconmensurable industria farmacéutica. Mi abuela, que es de otro tiempo; que conoció de cerca la cultura de lo casero y natural, pero que tiene su pastillero sin vacantes, me dijo: "Es por eso que no legalizan el aceite de cannabis".
Caprichosamente tomé a ese minúsculo extracto de la humanidad como una muestra representativa del todo. Y me pregunté porqué al ser humano le cuesta la salud. Las respuestas son enormes, inacabables, múltiples. Pero algunas preguntas me guían entre los recodos infinitos de las explicaciones:
¿No debiera la consciencia de estar sano, ser algo simple y natural? Al menos tanto como para que no nos convirtamos en máquinas de procesar medicamentos.
¿Cuántos pasos fueron necesarios en una sóla persona para llegar a ese estado en el que se vive por y para los medicamentos que consume?
¿La ancestral sabiduría de la naturaleza no es acaso la misma que los laboratorios usan para sus principios activos?
¿Es inabordable para nosotros la medicina natural, pura y directa?
¿Es demasiado complejo pensar en que existan otros caminos para estar sanos así no sean "los convencionales"?
Conmovido aún llegué a casa de mi abuela y le conté a grandes rasgos mis observaciones. Como ejemplo, desplegué ante sus ojos el prospecto de un ibuprofeno a estrenar y leí la composición. Como ocurre más o menos en todos los medicamentos sintéticos, acompañaban a la principal droga sustancias que equilibran, conservan, saborizan, protegen etc etc etc. En el caso del ibuprofeno eran exactamente diez. Mi abuela me miraba mientras le explicaba que una sóla pastilla en una sóla persona requiere que para procesar una sustancia benéfica el organismo trabaje en metabolizar otras 10. Si se multiplica por la cantidad de medicamentos de cada día de los miles de millones de personas del mundo, el exceso de recursos es hasta ridículo. El ser humano se vuelve así una máquina de procesar sustancias que no aportan beneficios, ni placer. Sustancias que están diseñadas para perderse tras atravesar todos los engranajes de una persona, pero que mueven a su vez los engranajes de la inconmensurable industria farmacéutica. Mi abuela, que es de otro tiempo; que conoció de cerca la cultura de lo casero y natural, pero que tiene su pastillero sin vacantes, me dijo: "Es por eso que no legalizan el aceite de cannabis".
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