One, two, three

Noviembre, 2013 


Ladra Tom a un volumen más alto del que cualquiera me permitiría a estas altas horas: tanto como para escuchar sus dentelladas de club en el aire. El permiso me lo doy Yo.

Sorbo un café a oscuras y no puedo dejar de pensar en seguir escribiendo cartas que quizás nunca envíe. Siento también la visceral tendencia a sentarme frente al piano pero, como es un hábito que se repite, confío en que lo hará en cualquier otro momento. La escritura de éstas cartas ha sido en cambio propia de mis ratos de debilidad. Y esta noche, luego de un día de saberme poderoso y esperar tu salto al vacío (o en su defecto, agradecer de por vida tu brevísima luz), estoy al fin débil.

Quizá ya declaré que irme de vos significaba abandonar tu recuerdo; pero la necesidad del espíritu en absoluta confusión habla a gritos. Escribí 3, 4, 8 diez cartas ínfimas. Tal vez, pienso, me salve la campana inesperada del sueño si ahora el señor Waits se dignara a arrullarme. Mientras tanto aguanto los golpes: 3, 4, 8... 1, 2, 3. Lo dicho: Vuelvo a pensarte, aún en ausencia.

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