La lluvia

29 JUN 09

Te escucho lluvia, hoy más cerca que nunca. Constante como sólo a veces. Llueves detrás de la ventana que aún desconozco y tras tanto tiempo sin lluvias. Tanto tiempo sin escucharte. Desconozco en este cuarto los pliegues de las paredes infinitamente blancas. Se unen y hace entre ellos y el techo un solo túnel blanco hacia mí, iluminado por la amarilla luz de la estufa de cuarzo. Las sombras en las blancas paredes se fabrican perfectas. Los colores se amarillan y se unifican y sólo yo, o mi respiración, parece moverse en la habitación en sepia.
El alto placard, la cama ausente que deberé conseguir al despertar, la pila de ropa sin destino fijo, la silla griega rescatada y fuera, golpeando para entrar, la lluvia.
La imagino helada; vuelve a golpear el vidrio. Recién hoy veo las paredes que hace ya quince días me cobijan. Tal vez empiece a reconocer mi propio hogar. Comience a no sentirme ajeno.
Me felicito por encerrarme en mí y por aislarme de las ineludibles obligaciones ciudadanas (que son en este caso estar atento a las noticias sobre los resultados de una elección). Hoy me fui de Argentina, y me refugié tras las fronteras de mi piel. Nadie detiene la lluvia jamás.

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