Final y principio

JUNIO 2009

Presiono END y la llamada se termina: Un botón con un dibujo de un teléfono rojo cruzado, tachado, por una linea roja. Acabo de trazar un rumbo; acabo de empezar a escribir un desenlace a otro de los capítulos de mis días. Libro incierto de impensados tomos; vamos trazando, vamos creciendo al escribir, pero lo hacemos en la absoluta oscuridad. Así, sólo vemos la hoja del presente y ni siquiera el espesor de su lomo podemos percibir. Cada capítulo emociona por la incertidumbre del fin.
Lo que se lee lo escribe a capricho la libertad, esa ecuación entre las elecciones hechas y las omitidas. Alguna vez creí que era justa la tristeza del alma por las limitaciones de la existencia: Uno está en menos lugares de los que está y muchas más son las cosas no hechas que las hechas. Digamos, la existencia es puntual. Idea que vista desde la unicidad que otorga la libertad, es despreciable.
Único. Al menos para uno mismo se es único. Abstraidos de todo alrededor, solos con nuestra libertad y nuestra soledad, somos únicos. Y así sea poco para combatir a la tristeza del alma, nos da eso una esperanza que se encuentra en la hoja que aún no leimos.
Porque comprendemos que las posibilidades son tan infinitas como el pensamiento y que de nuestro propio interior sale el trazo de tinta que seguimos, la oscuridad y la tiniebla se interrumpen de golpe por un haz de luz clara que baja desde el confin.

Estoy viajando otra vez. Mi dedo pulgar acaba de soltar el botón END. Acabo de trazar mi rumbo. Acabo de empezar a escribir, tal vez, el mejor capítulo de mi vida.



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