Clima de mundial

Hay algo extraño en esto de los mundiales. La vida sigue a su pesar. Sigo ensayando, trabajando, cocinando, escribiendo; pero todo alrededor habla del mundial. La radio que muchas mañanas me acompaña transmite desde Brasil, la gente que me encuentro saca encualquier momento el tema Selección Argentina, los autos que esperan junto al mio en el semáforo tienen la banderita celeste y blanca flameando, igual que muchas ventanas de muchas casas.

Hay algo extraño, insisto, en este sentimiento que aparece sin mucha claridad entre patriotismo, devoción futbolística o ganas de un triunfo colectivo que saque de adentro los gritos más profundos. Incluso cuanto más se avanza en el torneo más tensión se percibe en el aire. Se espera la gloria o la desilusión.

Podrías decirrme que existe una industria detrás que logra que te sintonices con esa euforia general y tendrías razón. Podrías decirme que es el deporte nacional (hoy casi universal) y que eso genera tanta atracción. Muchos podrían decir que es la forma moderna (o una más o menos diplomática) de representar ese deseo tan humano de guerra entre pueblos (o de circo de la guerra). Quizá todos tengan razón.

Sólo sé que hay espacios aún estériles de tales vibraciones mundialistas y que se encienden cada vez que me sumerjo en las páginas de Elizabeth Costello de Coetzee o que reproduzco en mis parlantes a Jack Johnson o a Regina Spektor.

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